Sobre los caseríos de los antiguos pueblos zoques destacan, contra el paisaje de las montañas, los volúmenes a menudo majestuosos de antiguos templos de piedra, ladrillo y adobe que constituyen uno de los conjuntos artísticos más singulares de todo el país. Evangelizada por los dominicos en el siglo XVI, la Provincia de los Zoques tuvo como centro de su organización espiritual al convento de Santo Domingo de Tecpatán, cuya airosa torre mudéjar señorea el paisaje. Es este convento uno de los mayores monumentos de Chiapas y uno de los testimonios más valiosos de la época de la evangelización en todo México y América Central.
Los vestigios de sus altares renacentistas a lo largo de la nave del templo, el altar mayor inscrito en una enorme concha, la decoración esgrafiada o ajaracas en los muros de algunas de las habitaciones conventuales que recrea una técnica árabe como árabe es el nombre que recibe, la gracia gótica y al mismo tiempo mudéjar de las nervaduras de las bóvedas del claustro de ladrillo son algunos de los detalles de su grandeza. No menos importantes son los testimonios dejados en forma de manifestaciones arquitectónicas, danzas y música, orfebrería, que heredaron los frailes que allí habitaron. El convento de Tecpatán resguarda tallas coloniales producidas por la escuela de escultura que prosperó entre los zoques, uno
de Ios capítulos de la historia del arte chiapaneco todavía por estudiar. Asimismo es dueño del tesoro de la platería que en el futuro constituirá el acervo de un museo que hable de la grandeza de la vicaría dominica.
El celo religioso de los dominicos de Tecpatán los llevó por los arduos caminos de las montañas del norte de Chiapas y la Sierra de Tabasco. Fueron los constructores de otros monumentos notabilísimos como el extraordinario convento de Chapultenango, cercano al volcán Chichonal, que ostenta también una hermosa torre, o el de Copainalá, que con una maestría poco común, reúne las líneas clásicas de su portada con la influencia mudéjar de su campanario. La colección de torres mudéjar chiapanecas, casi todas entre los zoques, es una de las más notables marcas de identidad del arte colonial de la entidad. No menos bellos son los templos de Tapalapa y Rayón, y aunque más austeros los de Chicoasén y Coapilla que también guardan los recuerdos de un esfuerzo constructivo y cultural sin parangón. Soberbio es el templo de Quechula que emerge de las aguas cuando el embalse de Malpaso baja de nivel. Por todos sus méritos artísticos, culturales e históricos, los templos coloniales de los zoques forman un conjunto que merece el reconocimiento de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
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