Es la niebla y es el lunes y es el día
bajando desde ese patio (San Cristóbal
Las Casas, Ámbar, Sara Otilia) bajando el autobús hacia Tuxtla Gutiérrez (niebla y frío a dos mil
metros sobre el nivel del mar) bajando lleno de corazón mi ánimo
después de esas lecturas de Sabines,
Joaquín Pasos, Neruda, Hilda Doolittle
en aquel patio a las siete
de una mañana sancristobalísima
Joaquín Vázquez Aguilar, 1986.
Son dos fieros leones separados por un gran abismo, cada uno retozando sobre las dos distintas visiones del territorio, ceñido todo por el emblema de poderío y realeza que significa la corona. Ese es el escudo de armas del estado de Chiapas, imagen que distingue a los chiapanecos y los unifica a partir de una identidad constantemente reactivada y siempre creciente.
Desde 1535, el rey Carlos I de España y V de Alemania, otorgó el escudo con el que reconoció los méritos y sacrificios de los primeros pobladores españoles de Ciudad Real de Chiapa, actual San Cristóbal de Las Casas.
Inmortalizado en el escudo, el Cañón del Sumidero, impresionante formación geológica, representa desde el recorrido sobre las aguas del Grijalva, la superposición natural del paisaje que sostiene a los leones, que encarnan dos visiones del Chiapas colonial: las dos Chiapas. La Chiapa de Indios de la Real Corona, hoy Chiapa de Corzo, ha significado siempre un torrente muy vivo y ágil dentro de la historia del estado. San Cristóbal de Las Casas o Ciudad Real de Chiapa, por su parte arremolina la historia cultural y política que forjó a la entidad, con su conjunto patrimonial que atesora monumentos, leyendas, platillos típicos, fiestas y tradiciones diversas.
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