En Chiapas, lo que abunda es el color. En todas las grandes obras se percibe la mano del indìgena y una enorme gama de colores fuertes.
La milenaria presencia humana en Chiapas ha dejado sus rastros en pinturas rupestres, de las cuales han sobrevivio aquellas que han sido protegidas dentro de las cuevas.
Destqcan las pinturas rupestres impresas en las profundas laderas de La Sima de las Cotorras, muy cerca de Tuxtla Gutiérrez, como en las grutas de Rancho Nuevo, donde tambie´n se han encontrado restos de huesos humanos y ofrendas. Sin embargo, lo más característico de la pintura de Chiapas son, sin duda, los murales de la ciudad de Bonampak. Se trata de los únicos frescos que se han conservado desde hace 1,500 años en el interior del edificio denominado de las pinturas.
Al igual que sus esculturas y grabados en estuco, la cultura maya utilizó la pintura como un recurso para dejar un testimonio sobre su forma de vida, sus gobernantes, sus dioses, sus guerras y su esplendor.
Sin embargo, la pintura y la escultura mayas se han ganado un renombre mundial por la belleza de sus formas, la proporción exacta de los rostros esculpidos en piedra y barro, su cara´cter narrativo y por el legado de piezas ceremoniales hallado, con sus incrustaciones de jade y oro.
Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, los pueblos indígenas desbordaron el color en el exterior de las fachadas de sus templos. Con amalgamas crearon figuras de santos, con la madera reprodujeron el estilo barroco y churrigueresco en los retablos que adornan cada iglesia para finalmente darles vida a trazos de pincel turquesa, rojo o violeta.
La fuerza de la selva alcanzó hasta al estilo art déco de los blancos edificios públicos, en donde se observa la mano de los indígenas y su herencia al plasmar, en dorado, figuras de la selva, como es el caso del edificio de la Presidencia Municipal de Tapachula.
La pintura tradicional religiosa española, de tonos ocres o semigrises, se conservó en cada uno de los templos, pero los santos fueron reproduciods por los artistas chiapanecos, vestidos con alegría y colores de la selva, colocados en el frontispicio de algunas iglesias. Al pasear a trave´s de las calles tradicionales de San Cristóbal de las CAsas se percibe el color y una intensidad que se repite en las callejuelas de Chiapa de Corzo y Ocosingo; las viviendas muestran tonos turquesas, naranjas y rojos, desde sus muros hasta sus techos de teja de barro.
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