Transitar la historia de los mayas es una experiencia extraordinaria. Los pueblos que habitaron las regiones del actual sureste mexicano y de Centroamérica dejaron huellas que no cesan de asombrar al mundo.
Entre los vestigios humanos más remotos localizados en el territorio que hoy ocupa Chiapas, están las pinturas emplazadas en el interior de las cuevas de Santa Marta y Los Glifos, que datan del año 7400 a. C., y que tienen la particularidad de ubicarse a 900 metros de altura sobre una pared rocosa.
Cuando el patrón de vida de aquellos primeros pobladores se orienta a la agricultura, el vínculo familiar se fortalece y las poblaciones crecen. Se desarrolla una organización social estratificada, dirigida por un grupo que transmitía su liderazgo por herencia consanguínea. Sitios como Izapa y Chiapa de Corzo,
Entre los años 900 a 300 a.C., con la paula desaparición de los grupos olmecas del área nuclear empezaron a multiplicarse extensos nichos urbana mayences controlados por elites gobernantes, donde se formaliza una extensa red de intercambios sociales, culturales y económicos, y se engrandece la calidad y magnitud de las expresiones artísticas.
En los años 100 y 250 de nuestra era, inicia la transición hacia el esplendor de la cultura maya. Se planificaron grandes centros urbanos en la región de los altos, entre rutas comerciales, crecieron Izapa, Moxuiquil y Hun-Chavín; al oriente florecieron zonas agrícolas como Chinkultic, Tenam Puente y Toniná; y en la lacandonia, conjuntos monumentales en Yaxchilán, Bonampak y Palenque. En esta fase del desarrollo social se presentaron avances importantes en urbanismo, escritura, matemáticas y astronomía, entre otras áreas.
Los centros urbanos se planificaron con una traza dispuesta en torno a una plaza central, con edificios piramidales de múltiples plantas (algunos coronados por templos) y canchas para juegos de pelota. Al carecer de metales, utilizaban obsidiana para tallar los bloques de piedra de sus construcciones y un mineral rojizo, llamado cinabrio, como pintura. Además del famoso arco maya, se distingue una urbanización bien definida y largas calzadas de piedra. Asimismo, combinaron múltiples posibilidades de transporte a través de ríos, costas y senderos.
Una intensa observación del firmamento les permitió configurar un calendario de dos ciclos sumamente exacto: uno medía los movimientos de nuestro planeta con respecto al sol, fijando 365 días divididos en 18 períodos de 20 días; el otro, era un calendario religioso y sagrado de 260 días. Este sistema es un ejemplo de aplicación de la escritura y las matemáticas, ciencias que registraron su historia y cultura, plasmándola para la posteridad en estelas, altares, dinteles, tronos, tableros, escaleras, vasijas, adornos y códices.
Escribían los números mediante puntos y líneas, utilizando un sistema aritmético vigesimal y de posiciones, contando con un signo equivalente al cero, que permitía calcular amplios períodos de tiempo.
Chiapas sigue aportando información a través de los proyectos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, con el apoyo del Gobierno del Estado. Gracias a ello, la precepción de las sociedades mayas prehispánicas ha evolucionado. Hoy conocemos secuencias genealógicas de algunos ahawob (gobernantes) y sus vínculos por parentesco; los textos glíficos permiten identificar creencias, formas de organización política, alianzas y guerras entre ciudades, y muchos otros aspectos que permiten interpretar la grandeza de una de las civilizaciones más relevantes en la historia de la humanidad.
Artículo Tomado de "El Libro de Oro Chiapas 2000"
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